—Hay una persona en
Puerto Montt que nos ha contestado a nuestra solicitud de Couchsurfing— le
decía a Emma. Nos encontrábamos en Castro y queríamos continuar hacia el norte.
— Este chico tiene muy buenas referencias en couchsurfing. Vive en el campo,
producen quesos y la gente dice maravillas de su estadía con su familia.
—Genial!,
vamos— contestaba Emma.
Finalmente resultó
que Julio no se encontraba en Puerto Montt sino 70 km antes pero eso lo descubrimos
al día siguiente una vez nos levantamos y miramos el mapa. Era demasiado tarde,
ya estábamos en Puerto Montt acampados en una estación de servicio —gasolinera—.
Como íbamos sin prisa decidimos retroceder en el camino. Gracias al couchurfing
conocimos a Julio y su encantadora familia. Como en otras ocasiones el no saber
dónde ir nos “regaló” unos días geniales.
Julio vive con su
familia en una granja cerca de Maullín y son conocidos en la zona,
fundamentalmente por la elaboración de quesos. Viven tranquilos, sin
preocupaciones y humildemente comparten lo que tienen con conocidos y
desconocidos. Decidimos quedarnos dos noches pero nos hubiéramos quedado un
mes. Su madre Margot es una cocinera de primera y junto con su padre Julio
Andrade, pasamos mañanas enteras hablando de política, historia y las
diferentes maneras que tiene cada uno de ver el mundo. Durante la estancia ayudamos
a recoger manzanas —como muy bien predijo Margot, mañana lloverá, tenemos que recoger
hoy— observamos el complejo proceso de elaboración del queso y compartimos una
pequeña excursión por la finca hasta el rio. El intercambio cultural y de experiencias fue una
manera inmejorable de pasar los días, en esa casa siempre había una sonrisa y
cuando parecía que ya no cabía más leña al fuego, su mamá siempre nos sorprendía
con una nueva once—meriendas— casera.
Resulta curioso la
visión política tan diferente que existe entre los chilenos y los argentinos.
De cara a los conflictos que a nivel histórico han tenido estos dos países,
cada uno tiene su especial punto de vista y su razón en todo lo sucedido, muy
diferentes entre sí como cabe esperar.
Era fase de
clasificación para el Mundial de Rusia de 2018 y esta vez Chile se jugaba parte
de sus posibilidades contra Venezuela. En esta reunión futobolera conocimos a
José un buen amigo de Julio que nos ofreció su casa en Puerto Varas para pasar
unos días. Allí llegamos unos días después con Julio. Según nos contaron, muchos
de los trámites importantes como visados al extranjero solo se pueden hacer desde
la capital ya que todavía siguen centralizadas la mayoría de las competencias
en Santiago, por este motivo Julio se dirigía hacia esta ciudad desde Puerto Varas.
Nos quedamos unos
días con José en su casa y pudimos conocer tanto el pueblo costero de Puerto
Varas, como el funcionamiento del servicio de bomberos chileno. José es bombero
voluntario, como todos los bomberos chilenos. Nos explicó que este servicio no está profesionalizado
en Chile y que funciona únicamente a través de personas que lo hacen sin un
sueldo. Nos extrañó muchísimo que gente con tanta responsabilidad y que, lógicamente a
veces, se tengan que enfrentar a situaciones de riesgo, estén tan poco reconocidos por el estado. Gente que alterna sus trabajos o estudios con formación y preparación continuas para su labor como bomberos, así como las guardias y turnos para mantener el correcto funcionamiento del mismo de una manera totalmente
altruista. Incluso han de movilizarse para conseguir fondos para materiales,
equipos, etc ya que el estado financia solo una parte. Muy de admirar la motivación de estas personas.
De Puerto Varas nos
fuimos a dedo con diferentes personas hasta llegar a Cochamó, una pequeña
localidad costera de gran encanto natural. Aquí pudimos disfrutar de un clásico
como fue el Madrid - Barça con unos cuantos locales en el bar del pueblo.
Nos disponíamos a
cruzar la frontera por una serie de aldeas y lagos sin tener muy claro el
camino, las distancias y los enlaces. Mar en Castro y Julio en Maullín nos
habían contado de una ruta alternativa para cruzar a Argentina y llegar al
Bolsón. También nos habían advertido que ellos se habían aventurado pero no hasta
el final. Desconocían el camino pero conocían que se podía completar. No
hicieron falta más argumentos para intentar un nuevo reto sin saber muy bien
qué nos encontraríamos, ni cuantos días demoraríamos. Cargamos la mochila de
comida y nos aseguramos que la carpa —tienda de campaña— seguía en su sitio.
Cuando empezamos el
viaje, decidimos que viajaríamos sin prisa y que improvisaríamos cuando las
recomendaciones o los hechos lo merecieran. Por suerte tenemos una cosa muy
valiosa en estos tiempos modernos: TIEMPO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario