sábado, 23 de abril de 2016

12 Frontera Chile-Argentina desde Puerto Varas al Bolsón


—¿Hoy qué día es?— preguntaba a Emma.
—Si salimos el sábado… hoy estamos a martes.
—Creo que no tenemos bote hasta mañana.
—¿Nos queda comida?

Una peculiaridad entre Chile y Argentina, son sus numerosas fronteras y como si estuviéramos en un mercado local, queríamos degustar una fruta exótica, salvaje y que nos dejara un sabor especial.
En un radio pequeño teníamos diferentes opciones para entrar a Argentina: por un lado podíamos ir hasta Osorno (Chile) y allí tomar un autobús hasta Bariloche (Argentina) en un recorrido de 5 horas. La ruta era como ir a la sección de enlatados y comprar piña o durazno—melocotón— en botes de fruta envasada. Otra opción era ir hasta Petrouhé  y hacer un tour en lancha por el lago Todos los Santos.  La opción era atractiva pero en ese caso la travesía era como estar en una ciudad nórdica y llenar la cesta de los mejores mangos y papayas. Posible si, pero no accesible a todos los bolsillos. Finalmente nos quedaba la desconocida ruta hacia el Bolsón (Argentina) atravesando la cordillera de los Andes. 



Debíamos cruzar 3 lagos en un tramo de 100 km por senderos, aldeas y fincas ganaderas. El tramo no era muy largo pero las indicaciones eran confusas. Existían micros—pequeñas busetas— pero no sabíamos hasta dónde llegaban, ni los horarios. En definitiva, no teníamos claro cuantos días íbamos a necesitar para completar la ruta, algunos nos decían unas 10 horas, otros 2 o 3 días; todos coincidían que la ruta era una experiencia de colores, sabores y emociones salvajes.

En Cochamó, pueblo con una larguísima cuesta y la típica iglesia de madera, nos dimos cuenta de que estábamos en temporada baja. No es que no hubiera hostales, es que los hospedajes estaban vacíos. Una Sra nos abrió una habitación para esa noche después de insistirle y nos informó que para llegar a Llanada Grande debíamos tomar el bus del día siguiente a las nueve de la mañana. Recogimos la información agradecidos, pero decidimos llegar al destino a nuestro propio ritmo. Debíamos llegar hasta el lago Tagua Tagua y allí cruzar en una barcaza  hasta el otro punto de la carretera. De Cochamó a Tagua Tagua no había más de 40 km por un caminito de tierra que bordeaba las montañas y el lago pero tardamos unas dos horas en los diferentes raids —autoestops— que nos levantaron.

  
De abril a septiembre los horarios que hace la barcaza, para cubrir los 45 minutos que separa de punta a punta el lago Tagua Tagua, son a las 9.00h y a las 13.00h. El resto de temporada, se amplía a las 7.30h y la última a las 16.30h de la tarde. Llegamos a las 15.00h, ya que íbamos “a nuestro ritmo” y, al ser temporada baja, no había más barcas. La barcaza costaba 1000 ch$ (1,6€/p) ya que también, está subvencionada por el estado.
        

El mini puerto contaba con una rampa y escasamente cuatro casas. Ah, y otra cosa… un lugar perfecto para acampar si lo que uno quiere es despertarse al día siguiente en medio de la naturaleza.
La zona de acampada elegida fue una tranquila zona arbolada el costado del río de aguas claras. Panxa intentó pescar con su rudimentario equipo (hilo de pescar + anzuelo) pero el hacerlo utilizando el pan como carnaza no consiguió engañar a los peces. Comentando este sistema con otros pescadores experimentados, nos explicaron que la mejor carnaza era una especie de señuelo en forma de cuchara. Una persona lo descubrió por casualidad al caerle una al agua y observar que  los destellos de luz atraían a los salmones. 



No sabemos si se quedaron asombrados o apenados por nuestro esfuerzo sin fruto pero el primer pez que sacaron, que medía 20 cm y según ellos era pequeño, nos lo regalaron. Era una trucha arcoíris que se transformó, junto al arroz que nos preparó Rosita, en una cena muy rica. Hacía mucho tiempo no comíamos pescado (sin contar el atún y las sardinas en lata) y gracias a estos amables pescadores, ¡volvimos a vigilar cada bocado apartando las numerosas espinas!



Cruzamos al día siguiente el lago a las 13:00h, la idea era hacerlo a las 9:00h pero nos quedamos dormidos. A continuación seguimos hasta Llanada Grande en una camioneta de unos señores que iban a trabajar al campo. Allí compramos en el único negocio—tienda de comestibles— unas cuantas provisiones y seguimos hacia “el pueblo” Primer Corral. El camino de tierra nos indicaba que por allí circulaban vehículos y después de preguntar en los carabineros e intentar hacer dedo, agarramos la única micro. Las indicaciones que recibimos siguieron siendo confusas y todas diferentes. Aun así seguimos adelante, cada vez estábamos más cerca.
En la micro había tres personas y el conductor. Unos nos decían que lo mejor era bajar antes de llegar al pueblo en el cruce “los puentes” y caminar por un sendero unos 45 min hasta un punto donde encontraríamos un bote y negociando con un señor, por 20.000CH$ (25€) nos acercaría hasta Segundo Corral. Eso sí, como era temporada baja no nos aseguraban que estuviera el señor del bote. Otra opción era hacer noche en un mini cañón a las afueras de Primer Corral y al día siguiente caminar unas 2 h por otro sendero hasta llegar a un punto en que un bote, subvencionado por el estado, nos cruzaría gratis hasta el otro lado del lago inferior. 

Allí debríamos realizar los trámites de pasaporte en el control fronterizo de los carabineros Chile y continuar por un sendero hasta El Bolsón, Argentina. Decidimos la segunda opción y la suerte o el querer ahorrar nos regaló otra relajada tarde en un enclave solitario de aguas azules en un mini cañón. El problema fue que no encontramos ningún negocio abierto y tuvimos que tirar de las reservas. La carpa, los sándwich y la hoguera nos acompañaron cuando cayó la noche.

A la mañana siguiente empezó la aventura de verdad. Estábamos a unos escasos 30 km de “la civilización” y los víveres empezaban a escasear. Nos esperaba una jornada dura y la opción carretera de ripio —tierra— se convertía en un sendero solamente transitable a pie o a caballo. Caminar durante horas cargados con las mochilas es algo que al menos a mí (Emma), me pone los pelos de punta. Recorrimos por un sendero en medio de un bosque hasta llegar a un río. Allí cruzamos por un precario puente y conseguimos llegar después de atravesar una finca, al Segundo Corral. 

La aldea eran tres casas de madera repartidas en una gran extensión y un camping, esperábamos encontrar algún sitio dónde comprar comida pero el cansancio y las ganas de llegar “al otro lado” nos privaron de ver el negocio.
Finalmente llegamos a un punto donde el lago Inferior se hacía presente e imaginamos que era el punto correcto para cruzar. La cabaña tenía un pequeño muelle artesanal donde había dos lanchas y un cartel con la siguiente inscripción: “Armada de Chile”. Justo debajo otro texto con las siguientes indicaciones: horario de atención lunes, miércoles y viernes. ¡Hoy es martes! La casa estaba cerrada y después de golpear diferentes veces y dar voces, dedujimos que no había nadie. 


Esperamos pacientemente en el muelle a que llegara alguien por tierra o agua, teníamos claro que tarde o temprano, alguien llegaría porque había ropa tendida y aún estaba mojada. Comimos los últimos sándwich y como seguía sin venir nadie nos agarró un ataque de sueño. Hasta pudimos hacer una siesta. Cuando nos despertamos empezamos a sospechar que algo no iba bien, eran las 16:00h de la tarde, llevábamos más de cinco horas allí y seguía sin haber novedades de ningún tipo. El problema principal era que nos quedaban dos manzanas, un paquete de galletas y tres sorbos de agua.
Pasaban las 17:00h de la tarde cuando decidimos ir a “investigar”, en caso que no encontrásemos a nadie, pasaríamos la noche en el porche de la casa. Las alegres gallinas que campaban libremente por allí empezaban a presentarse como apetecibles platos de comida. En ese momento y, en parte gracias a una anciana que vivía por allí, cambió el curso de nuestro día. Nos habíamos adentrado de nuevo en el bosque y cuando le explicamos a la Sra. nuestro problema, agudizó el oído y dijo que regresáramos corriendo al muelle pues estaba arrancando la lancha que nos cruzaría al otro lado. Nuevamente al ser temporada baja, sólo había una lancha a primera hora de la mañana (8:00h) y otra a la tarde (18:00h). 

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   Subimos con unos niños que regresaban de la escuela y como si fuera un autobús de línea los pequeños iban bajando en puntos estratégicos del lago para regresar a sus casas. Preguntamos al conductor de la lancha por el control fronterizo y si sabía dónde podíamos comprar agua, nos contestó que en el puesto de carabineros no encontraríamos nada. Por el contrario nos dijo que él nos podía dar agua y vender un poco de pan. Era ya demasiado tarde para hacer los trámites en la frontera y Xaver, un alemán jubilado, nos ofreció pasar la noche en su rancho. 


 
 El dolor de cabeza no disminuyó hasta el tercer vaso de agua y la tripa no dejó de gritar hasta que llegó ese plato de huevos fritos, pan recién amasado y tomates. Ellos son una pareja de 60 años que llegó a esas tierra 20 años atrás y con sus propias manos y mucho esfuerzo crearon un hogar donde sólo había bosque. Decidieron empezar de cero y ser auto sostenibles. Cortaron algunos árboles y con la madera construyeron una casa preciosa de dos pisos donde viven. La electricidad y el agua caliente les llega de una turbina que instalaron en un arroyo cercano. 


 Nosotros estábamos asombrados pero eso sólo era el inicio, comen unas verdu
ras y legumbres “de verdad” —mama mía que sabor—de su huerta, recogen las frutas (manzanas, peras, limones, melocotones, ciruelas, etc) directamente de los árboles frutales que años atrás plantaron. En cuanto a la carne, tienen siempre que necesitan gallinas felices, vacas, cerdos y caballos. El pan, igual que casi todos los alimentos que comen  es casero y otros como la sal, el azúcar o el aceite, al que la gran mayoría somos casi adictos, ellos directamente lo han eliminado de su dieta. Xaver y Luitgard no solo nos ayudaron cuando estábamos en una situación complicada, sino que nos abrieron las puertas a su pequeño gran mundo. Compartir con ellos dos días nos ofreció la posibilidad de comprobar que uno puede elegir cómo quiere vivir fuera del sistema. Sin depender de nadie, tienen todo lo que necesitan. Lección de vida que nos llevamos y otra experiencia en la mochila.
   Al día siguiente fuimos por un pequeño sendero en medio del bosque hasta el control fronterizo de los Carabineros de Chile para sellar nuestra salida del país. 


    
   Este control se encuentra en medio de la nada, rodeado de montañas sin acceso por carreteras, la única manera de llegar es caminando. Una vez hicimos el trámite bajamos al pequeño muelle y Fernando nos cruzó con su lancha en una travesía por el lago Inferior hasta llegar al Lago Puelo. 


  Allí pudimos sellar la entrada a Argentina en la una aduana en forma de camión y un bus urbano nos llevó al Bolsón en unos 30 minutos. Fueron 5 días de ruta en una frontera poco conocida pero muy recomendable.







martes, 19 de abril de 2016

11.- Maullín, Puerto Varas.Chile


—Hay una persona en Puerto Montt que nos ha contestado a nuestra solicitud de Couchsurfing— le decía a Emma. Nos encontrábamos en Castro y queríamos continuar hacia el norte.
— Este chico tiene muy buenas referencias en couchsurfing. Vive en el campo, producen quesos y la gente dice maravillas de su estadía con su familia.
—Genial!, vamos— contestaba Emma.            

Finalmente resultó que Julio no se encontraba en Puerto Montt sino 70 km antes pero eso lo descubrimos al día siguiente una vez nos levantamos y miramos el mapa. Era demasiado tarde, ya estábamos en Puerto Montt acampados en una estación de servicio —gasolinera—. Como íbamos sin prisa decidimos retroceder en el camino. Gracias al couchurfing conocimos a Julio y su encantadora familia. Como en otras ocasiones el no saber dónde ir nos “regaló” unos días geniales.

                                  

Julio vive con su familia en una granja cerca de Maullín y son conocidos en la zona, fundamentalmente por la elaboración de quesos. Viven tranquilos, sin preocupaciones y humildemente comparten lo que tienen con conocidos y desconocidos. Decidimos quedarnos dos noches pero nos hubiéramos quedado un mes. Su madre Margot es una cocinera de primera y junto con su padre Julio Andrade, pasamos mañanas enteras hablando de política, historia y las diferentes maneras que tiene cada uno de ver el mundo. Durante la estancia ayudamos a recoger manzanas —como muy bien predijo Margot, mañana lloverá, tenemos que recoger hoy— observamos el complejo proceso de elaboración del queso y compartimos una pequeña excursión por la finca hasta el rio.  El intercambio cultural y de experiencias fue una manera inmejorable de pasar los días, en esa casa siempre había una sonrisa y cuando parecía que ya no cabía más leña al fuego, su mamá siempre nos sorprendía con una nueva once—meriendas— casera.


Resulta curioso la visión política tan diferente que existe entre los chilenos y los argentinos. De cara a los conflictos que a nivel histórico han tenido estos dos países, cada uno tiene su especial punto de vista y su razón en todo lo sucedido, muy diferentes entre sí como cabe esperar.
Era fase de clasificación para el Mundial de Rusia de 2018 y esta vez Chile se jugaba parte de sus posibilidades contra Venezuela. En esta reunión futobolera conocimos a José un buen amigo de Julio que nos ofreció su casa en Puerto Varas para pasar unos días. Allí llegamos unos días después con Julio. Según nos contaron, muchos de los trámites importantes como visados al extranjero solo se pueden hacer desde la capital ya que todavía siguen centralizadas la mayoría de las competencias en Santiago, por este motivo Julio se dirigía hacia esta ciudad desde Puerto Varas.



Nos quedamos unos días con José en su casa y pudimos conocer tanto el pueblo costero de Puerto Varas, como el funcionamiento del servicio de bomberos chileno. José es bombero voluntario, como todos los bomberos chilenos. Nos explicó que este servicio no está profesionalizado en Chile y que funciona únicamente a través de personas que lo hacen sin un sueldo. Nos extrañó muchísimo que gente con tanta responsabilidad y que, lógicamente a veces, se tengan que enfrentar a situaciones de riesgo, estén tan poco reconocidos por el estado. Gente que alterna sus trabajos o estudios con formación y preparación continuas para su labor como bomberos, así como las guardias y turnos para mantener el correcto funcionamiento del mismo de una manera totalmente altruista. Incluso han de movilizarse para conseguir fondos para materiales, equipos, etc ya que el estado financia solo una parte. Muy de admirar la motivación de estas personas.

                                                  

De Puerto Varas nos fuimos a dedo con diferentes personas hasta llegar a Cochamó, una pequeña localidad costera de gran encanto natural. Aquí pudimos disfrutar de un clásico como fue el Madrid - Barça con unos cuantos locales en el bar del pueblo.  

       


       

Nos disponíamos a cruzar la frontera por una serie de aldeas y lagos sin tener muy claro el camino, las distancias y los enlaces. Mar en Castro y Julio en Maullín nos habían contado de una ruta alternativa para cruzar a Argentina y llegar al Bolsón. También nos habían advertido que ellos se habían aventurado pero no hasta el final. Desconocían el camino pero conocían que se podía completar. No hicieron falta más argumentos para intentar un nuevo reto sin saber muy bien qué nos encontraríamos, ni cuantos días demoraríamos. Cargamos la mochila de comida y nos aseguramos que la carpa —tienda de campaña— seguía en su sitio.

Cuando empezamos el viaje, decidimos que viajaríamos sin prisa y que improvisaríamos cuando las recomendaciones o los hechos lo merecieran. Por suerte tenemos una cosa muy valiosa en estos tiempos modernos: TIEMPO.

10 Semana Santa en la isla de Quehui, Chile


—¿A dónde va la barca? —preguntamos en el muelle de pescadores.
—¡A Quehui va! ­—responde el capitán.


Alguien nos recomendó ir a esta pequeña isla entre las más de 40 que hay en el archipiélago, así que no dudamos en embarcarnos un par de días. El pasaje costaba 2.500 pesos chilenos (3,5€) por cada pasajero durante las dos horas de travesía hasta llegar a Qehui. Una pequeña isla que vive de la pesca, la agricultura, la ganadería y en temporada del turismo. El trayecto empezó a través de la costa de Castro. Desde allí pudimos observar con mayor detalle sus famosos palafitos y parte de la ciudad. Posteriormente siguió en un agradable paseo en barco por un mar tranquilo bordeando costas verdes y piscifactorías de salmones. 


En el barco habría unas veinte personas cargadas con bolsas, cajas de comida y fruta. Entre ellas observamos una pareja mayor que parecían ser de esas tierras. No conocíamos nada de la isla y dudamos entre preguntar o quedarnos callados, finalmente la curiosidad pudo más que la vergüenza inicial. Les dijimos que no conocíamos nada y si nos podían recomendar algún sitio dónde dormir. La pareja se llamaban Luis y Gladis. No solo fueron muy amables aconsejándonos un lugar sino que, nos invitaron a tomar el café y, en el caso que nos quedáramos hasta el fin de semana, el “carneo del chancho”.
En todo el archipiélago de Chiloé se encuentran repartidas numerosas iglesias, templos de madera construidos en el siglo XVIII las más antiguas y en el siglo XX la más modernas. El origen de las mismas se dio en la época de la "evangelización" de estas islas, con la llegada de frailes jesuitas de diferentes partes de Europa que dieron impulso a la construcción de iglesias inspiradas en las de sus países. Por su parte los carpinteros chilotes aportaron la mano de obra y técnicas propias inspiradas en la construcción de navíos.


Éramos los únicos turistas de todo el pueblo. Pasamos dos días alojados en el hospedaje de doña Marta compartiendo con ella y su familia unas cuantas charlas en su cocina. Muy agradecidos por el rico pan recién horneado que nos ofreció y la sabrosa sopa de pescado! 



Al día siguiente fuimos a dar una vuelta por la isla y nos encontramos con la escuela rural Los Ángeles, no quisimos desaprovechar la ocasión para hacer una visita y compartir con ellos una buena mañana.




A partir de aquí nos apareció una duda: Si aceptábamos la invitación de la familia Ruiz supondría quedarnos en la isla cuatro días más. Nos habían informado que al ser Semana Santa no habría barca de vuelta hasta el domingo. Solo teníamos un problema para alargar la estancia en la isla unos cuantos días más; no nos quedaba mucho dinero y por supuesto aquí no íbamos a encontrar ningún cajero.  Pero como "al final todo tiene solución y si no la tiene es que todavía no es el final", nos aventuramos y nos quedamos. 


La familia Ruiz nos acogió como a unos familiares más y compartimos con ellos la típica matanza del cerdo y la elaboración de la chica de manzana. Además disfrutamos juntos de desayunos, leyendas, canciones típicas y hasta un apasionante partido Chile vs Argentina. 





El último día en la isla la señora Blanca, una vecina de la familia Ruiz, nos invitó a comer a su casa y junto con otra vecina más del pueblo, nos comimos un guiso de pollo casero rico rico. La hospitalidad de estas gentes hace que te sientas como en casa y estando tan lejos de los tuyos, ésto, no tiene precio. Gracias de nuevo a tod@s!!!




viernes, 15 de abril de 2016

09 Cincuenta días...


Hoy 12 de abril, llevamos cincuenta días "mochileando" desde que salimos del pequeño apartamento de pladur en Barcelona.
En todo este tiempo hemos dormido 20 días en hostales, 10 en tienda de campaña, la mayoría en acampada libre, y otros 20 días en casa de la gente que nos habéis acogido mediante el couchsurfing. 
El couchsurfing es una fórmula de intercambio cultural y de hospitalidad. Te brinda la posibilidad de conocer personas con historias y estilos de vida realmente diferentes e interesantes. Además através de estas personas puedes llegar a conocer mucho mejor el lugar al que recién acabas de llegar.
Este es el servicio que nosotros estamos utilizando hasta el momento, pero existen otros similares como Bewelcome.
Lógicamente también hemos de contar con la parte económica porque te permite ahorrar bastante "plata" y junto con hacer auto stop, se puede traducir en la posibilidad de alargar tu viaje.







Nuestro couch:  
https://www.couchsurfing.com/people/panxafabregas




martes, 12 de abril de 2016

08 Mágica Isla de Chiloé. Chile


A menudo nuestras mañanas comienzan sin un plan determinado. Levantarse cuando el cuerpo te lo pide, buscar algo para el desayuno, explorar el lugar y decidir si nos quedamos o seguimos. Sin embargo este día iba a ser un poco diferente porque en algunas ocasiones el no tener un plan puede meterte en algún apuro y en alguna carrera extra.
Queríamos continuar ruta hacia la isla de Chiloé ese mismo día después del desayuno. Pero sin haber tomado ni el necesario café de cada mañana, descubrimos que el barco salía hacia la isla en una hora y cuarto desde el Puerto de Chacabuco que estaba a 20 minutos en colectivo-buseta de Puerto Aisén, donde nos encontrábamos nosotros. De repente la tranquila mañana pasó a ser toda una carrera. Hacer las mochilas en 5 minutos, lavarse un poco la cara y correr con las mochilas encima. Correr y correr para agarrar el colectivo lo antes posible. Media hora después estábamos en las oficinas de la naviera austral en el puerto de Chacabuco pero ya no se vendían billetes porque el barco zarpaba en 20 minutos. Corriendo esta vez hacia el barco, nos subimos sin billete y probamos suerte. 




Nos lo vendieron a bordo a 5 minutos de zarpar. El coste de nuestro trayecto, que era el mas largo que hacía el barco, fue de unos 21 euros por persona. Este tipo de transporte también esta subvencionado en Chile.
Al fin descargamos las mochilas de la espalda y dejamos de correr. Toda esta prisa tenía una explicación; el siguiente barco no zarparía hasta 4 días después...así que...queríamos agarrar este como fuese! 
Ya mas tranquilos, sentados en la proa del barco con aire fresco en la cara, nos relajamos y unas buenas vibraciones se apoderaron de nosotros. 




El recorrido del barco pasa por lugares en los que el pacífico que se empeña en meterse continuamente entre unos fiordos ofreciendo un paisaje impresionante durante las 30 horas que dura el viaje. 


                                     

Lucía el sol gran parte del día y no había mucho viento por lo que era muy agradable salir a las terrazas de proa o de popa. Y la posibilidad de lograr ver ballenas en aquel lugar nos tenía bastante entretenidos. Aunque no se dejaron ver en esta ocasión, sí que nos acompañaron unas cuantas toninas o delfines, leones marinos y peces no identificados.




En esta zona de Chile, pareciera que el continente se deshiciera y una parte se fuese desenganchando de él hasta convertirse en unas cuantas islas. La mas grande de ellas es Chiloé; la isla de los brujos. 
Una isla rodeada de míticas y antiguas leyendas. "O te engancha o te rechaza", nos comentó alguien de la propia isla.


  
Se trata de la Isla Grande de Chiloé y es la mayor de las islas que integran el archipiélago de Chiloé. Tiene unos 180 kms de norte a sur y un ancho de 50 km aproximadamente. 




Desde el puerto de Quellón donde nos dejó el barco, nos desplazamos a la ciudad de Castro. 




Este lugar se caracteriza por sus famosos palafitos, situados en el borde costero de la bahía Punta de Choros en la ciudad. Se trata de viviendas apoyadas en pilares o simples estacas con cierta similitud a las viviendas de Venecia.




Su economía se sustenta en la actividad pesquera del marisco y el cultivo de salmones entre otros.  Chile exporta gran cantidad de pescados y mariscos a otros países como Japón y gran parte sale de las aguas de esta isla. También es bien conocida esta zona por sus artesanías como la cestería y las mantas tejidas a telar, calcetines, chalecos, abrigos tejidos a mano. Muy recomendable visitar el mercado de Castro por sus artesanías y por sus productos gastronómicos mas típicos.



Aquí fue donde conocimos a Marcela y a su hija Celeste. Nos acogieron en su casa y pudimos compartir algunas cenas, charlas, risas y abrazos. Una mujer chilota, con gran carácter y luchadora por mejorar la situación de su gente, que trabaja como socióloga y que nos explicó gran parte de la historia de esta tierra. Unos días geniales con vosotras!



Es así como, según nuestra humilde experiencia, creemos que uno puede conocer a la gente de cada lugar y por tanto el lugar mismo de una manera mas profunda y auténtica; compartiendo tiempo, cotidianidad, largas charlas e intercambio de ideas sobre cualquier tema. Esa ha sido nuestra filosofía desde que pocos años atrás, en un viaje por diferentes países de Centroamérica, nos dimos cuenta de lo mucho que te aporta el viajar así. De todo el aprendizaje que te llevas de cada cultura y de las diferentes maneras de vivir, del cariño compartido con personas a las que no conocías de nada y que de repente se convierten en amigos y casi en familia. En algunos casos sabes que es poco probable que te vuelvas a ver y esto amplifica mucho todos los sentimientos. A otras personas sabemos que sí os encontraremos de nuevo en algún rincón de este pequeño gran planeta!

Salud!

domingo, 10 de abril de 2016

07 Un lago con dos nombres. Argentina-Chile


Estábamos ya en Chile, en un pueblo con puerto llamado Chile Chico.
Hemos recorrido a dedo unos 2.000 kms de Patagonia Argentina y si miramos el mapa aun nos situamos en el sur del país. Esta es una zona interesante geográficamente por sus atractivos naturales: Tierra de Fuego, Estrecho de Magallanes, Perito Moreno, Parque Nacional Fitz Roy. Los amantes de la montaña, el trekking o los aficionados a la fotografía seguro que disfrutarán de estas zonas únicas y espectaculares en el mundo, pero claro, esto también tiene sus desventajas. El recorrido es muy turístico y mucho más caro de lo que pensábamos antes de comenzar el viaje. La Patagonia es una extensión de tierra brutal y la distancia que hay entre un pueblo y otro, a veces son 300 kms de carretera. De esta manera todos los que estemos conociendo esta zona, inevitablemente hacemos el mismo recorrido. Así que decidimos variar ruta y adentrarnos en Chile.

A partir de este momento seguiremos avanzando por pueblos y ciudades de las que nunca antes hemos oído hablar y lo haremos por la mítica carretera Austral, empezaremos por Coyhaique y quizá seguiremos por una isla llamada Chiloé. Nos disponemos a adentrarnos en la otra parte de la Cordillera de los Andes y conocer partes más rurales, auténticas y menos afectadas por el impacto del turismo.

El lago Buenos Aires es uno de los más grandes de Argentina y tiene la peculiaridad de que esta divido entre Argentina y Chile y en el lado chileno tiene otro nombre, Lago General Carrera. Para cruzar de Chile Chico a Puerto Ibáñez el recorrido lo haremos por este lago durante unas dos horas en un barco cuyo pasaje está subvencionado por el estado chileno. El precio es de 2.100 pesos chilenos por persona, es decir menos de 3 euros.




El color del agua cambia de azul oscuro a azul turquesa a la mitad del lago y según las historias que nos van contando, el resultado es debido a la erupción del Volcán Hudson a principios de los años 90. Los minerales volcánicos dotaron el agua de este color tan singular después de la explosión. Durante el recorrido conocemos a Marcelo, marinero de este barco. Es un chileno de 45 años que había trabajado en España con Pescanova. Nos contó que cuando él tenía 15 años comenzó a trabajar en el mar y que a día de hoy es lo que mejor sabe hacer. Marcelo explica como antiguamente disponía de bastante dinero proporcionado por su trabajo en alta mar y su vida alocada de aquel tiempo.



Entre charlas y unas vistas inmejorables del lago y las montañas que lo rodean, llegamos a Puerto Ibáñez con tan buena onda que de ahí nos llevó a Coyhaique otro pasajero del barco en su camioneta. Con él hicimos este recorrido por una carretera llena de curvas, subidas y bajadas, con unas bonitas vistas de los cerros y las montañas.  Es una zona de huemules, animales protegidos. En el invierno bajan de las las montañas nevadas y cruzan la carretera continuamente, por este motivo y unido a las difíciles condiciones climatológicas como el constante hielo y nieve del invierno, la carretera se complica mucho en esta época del año según nos cuentan.

En Coyhaique conocimos a David profesor de profesión, un tipo encantador que nos acogió en su casa y con el que compartimos risas, charlas, comidas y cenas. En su casa conocimos a Pancho un amigo y colega de profesión de David que no paró de contarnos millones de cosas sobre Chile. Su mayor recomendación fue la enigmática isla de Chiloé llena de antiguas leyendas, así como el increíble camino en barco que nos llevaría a la isla atravesando unos fiordos de gran belleza natural. 
Así fue como casi recién llegados a Chile y sin a penas mirar el mapa decidimos irnos hacia Chiloé. 
Y desde luego fue una decisión de lo mas acertada.....



06 Camino a la frontera chilena


Con energías renovadas a la mañana siguiente bien temprano, o no tanto… nos pusimos de nuevo a la salida de este mini pueblo de Tres Lagos, para hacer dedo e intentar salir de allí fuese como fuese. El viento volvía a castigarnos mientras nuestras miradas se posaban en la lejanía de la carretera sin que ningún auto se asomase. Casi llevábamos una hora cuando por fin nos “levantaron” tres chicos checos que estaban turisteando en una furgoneta llena de mochilas y material de escalada donde a penas cabían nuestras mochilas. Y así, bien apretaditos haríamos con ellos unos 600 km, incluyendo una parada inesperada en La Cueva de Las Manos en Santa Cruz, (Patagonia Argentina). Un lugar arqueológico y de pinturas rupestres fechadas en el 7350 a. C. que se encuentra en el profundo cañón del río Pinturas y que son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

                                   
                             

Aquí Panxa consiguió un precio local en las entradas gracias al discurso casi olvidado, del voluntario que viaja sin dinero (no tan lejos de la realidad).
Con estos tres nuevos amigos, expertos escaladores que buscaban su próximo reto en una nueva montaña/pared, llegamos hasta la cuidad de Perito Moreno que, por cierto no tiene nada que ver con el glaciar Perito Moreno y que además se encuentra a unos 800 kms de distancia de éste. Esta similitud en el nombre ha llegado a confundir, por increíble que parezca, a algún turista despistado según nos han podido contar.
En esta localidad los hospedajes que investigamos eran caros para nuestro bolsillo. Pero teníamos que pasar allí la noche porque era ya bastante tarde. Saldríamos al día siguiente para cruzar la frontera de Chile. Montamos nuestra pequeña “carpa” osea la tienda de campaña, y sin esperar demasiado el lugar ideal, acabamos por ponerla en un lateral de la rotonda en la salida de la localidad. Pero no problem! Nos situamos en un rinconcito entre árboles bien resguardados de las miradas indiscretas y del viento que de nuevo soplaba sin descanso.
A la mañana siguiente cruzamos la frontera con una pareja de chilenos que viven en el lado argentino por trabajo. Sin ningún problema excepto por el hecho de tener que comernos toda la fruta que llevábamos (un par de manzanas, mandarinas y un melocotón…) ya que en la aduana chilena no permiten el paso con alimentos no envasados.
Con esta encantadora pareja descubrimos que en Chile deja de utilizarse el “vos” y se cambia de nuevo al “tu” o “usted”. Y como curiosidad hemos de comentar que nos ha sorprendido notar un acento bastante similar al sevillano en algunos chilenos.

    
   
Cañón del Río Pinturas y Cueva de las Manos, que en realidad no es tal cueva sino una pared de roca gigante con una zona llena de "manos prehistóricas" de diferentes colores.




Un detalle notable a destacar siguen siendo las interminables rectas de las carreteras patagónicas. Ni una sola curva!
 


Curiosa gasolinera en medio de la nada... Y has de aprovechar porque es muy posible que no encuentres otra en muchos muchos kilómetros...