domingo, 10 de abril de 2016

07 Un lago con dos nombres. Argentina-Chile


Estábamos ya en Chile, en un pueblo con puerto llamado Chile Chico.
Hemos recorrido a dedo unos 2.000 kms de Patagonia Argentina y si miramos el mapa aun nos situamos en el sur del país. Esta es una zona interesante geográficamente por sus atractivos naturales: Tierra de Fuego, Estrecho de Magallanes, Perito Moreno, Parque Nacional Fitz Roy. Los amantes de la montaña, el trekking o los aficionados a la fotografía seguro que disfrutarán de estas zonas únicas y espectaculares en el mundo, pero claro, esto también tiene sus desventajas. El recorrido es muy turístico y mucho más caro de lo que pensábamos antes de comenzar el viaje. La Patagonia es una extensión de tierra brutal y la distancia que hay entre un pueblo y otro, a veces son 300 kms de carretera. De esta manera todos los que estemos conociendo esta zona, inevitablemente hacemos el mismo recorrido. Así que decidimos variar ruta y adentrarnos en Chile.

A partir de este momento seguiremos avanzando por pueblos y ciudades de las que nunca antes hemos oído hablar y lo haremos por la mítica carretera Austral, empezaremos por Coyhaique y quizá seguiremos por una isla llamada Chiloé. Nos disponemos a adentrarnos en la otra parte de la Cordillera de los Andes y conocer partes más rurales, auténticas y menos afectadas por el impacto del turismo.

El lago Buenos Aires es uno de los más grandes de Argentina y tiene la peculiaridad de que esta divido entre Argentina y Chile y en el lado chileno tiene otro nombre, Lago General Carrera. Para cruzar de Chile Chico a Puerto Ibáñez el recorrido lo haremos por este lago durante unas dos horas en un barco cuyo pasaje está subvencionado por el estado chileno. El precio es de 2.100 pesos chilenos por persona, es decir menos de 3 euros.




El color del agua cambia de azul oscuro a azul turquesa a la mitad del lago y según las historias que nos van contando, el resultado es debido a la erupción del Volcán Hudson a principios de los años 90. Los minerales volcánicos dotaron el agua de este color tan singular después de la explosión. Durante el recorrido conocemos a Marcelo, marinero de este barco. Es un chileno de 45 años que había trabajado en España con Pescanova. Nos contó que cuando él tenía 15 años comenzó a trabajar en el mar y que a día de hoy es lo que mejor sabe hacer. Marcelo explica como antiguamente disponía de bastante dinero proporcionado por su trabajo en alta mar y su vida alocada de aquel tiempo.



Entre charlas y unas vistas inmejorables del lago y las montañas que lo rodean, llegamos a Puerto Ibáñez con tan buena onda que de ahí nos llevó a Coyhaique otro pasajero del barco en su camioneta. Con él hicimos este recorrido por una carretera llena de curvas, subidas y bajadas, con unas bonitas vistas de los cerros y las montañas.  Es una zona de huemules, animales protegidos. En el invierno bajan de las las montañas nevadas y cruzan la carretera continuamente, por este motivo y unido a las difíciles condiciones climatológicas como el constante hielo y nieve del invierno, la carretera se complica mucho en esta época del año según nos cuentan.

En Coyhaique conocimos a David profesor de profesión, un tipo encantador que nos acogió en su casa y con el que compartimos risas, charlas, comidas y cenas. En su casa conocimos a Pancho un amigo y colega de profesión de David que no paró de contarnos millones de cosas sobre Chile. Su mayor recomendación fue la enigmática isla de Chiloé llena de antiguas leyendas, así como el increíble camino en barco que nos llevaría a la isla atravesando unos fiordos de gran belleza natural. 
Así fue como casi recién llegados a Chile y sin a penas mirar el mapa decidimos irnos hacia Chiloé. 
Y desde luego fue una decisión de lo mas acertada.....



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